viernes, 22 de mayo de 2009



















¿Pueden los países emergentes como Chile, aportar a los grandes avances tecnológicos?

Prof. Dr. Ricardo B. Maccioni.
Científico.


Existen dos grandes vías para avanzar en ciencia y tecnología. Una de ellas, es la que se realiza en las grandes empresas y megacentros académicos de países desarrollados, con una avanzada infraestructura, y que denominamos ciencia en gran escala (“big science”). La otra la realizan grupos pequeños, pero que conforman masas críticas relevantes, ya sea en países desarrollados, o en países con economías restringidas, como es el caso de Chile y otros países de la región (“small science”). El aporte global al conocimiento científico de estos grupos que desarrollan “small science” es muy significativo, debido al poder de creatividad de éstos. Más aún son muchos los aportes que dichos grupos hacen para que otros más grandes puedan impulsar el desarrollo tecnológico y su transferencia hacia productos de un efectivo impacto en las economías. En nuestro país existe una capacidad creativa científico tecnológica y de invención, obviamente comparativamente proporcional a la dimensión de nuestra economía. El problema reside en la carencia de mecanismos que permitan articular la transferencia de ese conocimiento hacia la innovación tecnológica, es decir, que se genere valor económico a partir de él.
Hasta ahora han sido muchísimo mayores los recursos que el país invierte en ciencia y tecnología, que lo que ese conocimiento ha generado en términos de aporte a la economía del país. Pese a las diferencias de opiniones, una cifra conservadora de inversión en I&D es del orden de USD 700 millones al año (la meta para 2010 fue de 1% del PIB). Lo que ingresa por transferencia de licencias, patentamiento, royalties, y productos derivados de la tecnología nacional es significativamente menor. ¿Porqué? – 1) Notables descubrimientos logrados en Chile terminan encontrando acogida en los EE.UU. Al no lograr el financiamiento requerido para llevar esos estudios a niveles más avanzados y una patente, Chile resulta ser el gran perdedor. 2) Proyectos generados en Chile, en las áreas médicas y biotecnológica, que son desechados o ni siquiera considerados en el sistema nacional, llegan a convertirse en exitosos productos que benefician en varios millones de dólares a la economía de otros países y no a Chile. 3) La ineficiente y poco asertiva distribución de los recursos para I+D+i. Todo ello indica una falta de visión sobre donde están los hallazgos más importantes y cual es la ciencia que debemos apoyar.
¿Es necesario incrementar los recursos para ciencia e innovación?
La respuesta categórica es sí, pero antes de toda nueva inyección de recursos, es insoslayable que deba hacerse con políticas muy bien articuladas y con visión de futuro. De otra forma seguiremos viendo cómo un país rico en ideas como el nuestro, continuará arrojando conocimiento al caudal de la ciencia universal sin aprovechar internamente sus resultados, sino más bien aportando al desarrollo de los países desarrollados que saben acoger muy bien todo nuevo descubrimiento o invento de nuestras esquilmadas economías en vías de desarrollo. En suma, los científicos chilenos (aunque nuestro aporte no alcance al 1% de la contribución de todo el orbe) estamos contribuyendo efectivamente al conocimiento global, en beneficio de la humanidad. Para dejarlo claro la ciencia de excelencia es fundamental, puesto que ello significa también un enorme impacto en el sistema educacional terciario, como es la formación de nuevos doctores, médicos, ingenieros, etc. Pero, por otra parte hay que reconocer que el aporte creativo en ciencia y tecnología está aún lejos de contribuir a nuestro crecimiento económico.
¿Por qué ocurre esto?
1) Un ejemplo evidente es la definición de prioridades. Así, como resultado de un informe solicitado por el Consejo de Innovación a una consultora externa, se ha definido que los recursos deben orientarse esencialmente a investigación en nuestros principales “comodities” y no hacia tecnologías más sofisticadas. En él se plantea desincentivar la investigación biomédica y biotecnologías en dominios de la salud, en circunstancia que una de las mayores industrias en el planeta se mueve en este ámbito. Sería un grave error acoger esas recomendaciones. Es sabido que en Chile, los recursos humanos en dominios de la biología y la biomedicina (sobre el 40% de la población de científicos) están entre los más significativos del país, cualitativa y cuantitativamente. Es en este ámbito donde tanto el Estado de Chile como las familias ha hecho una gran inversión, y claramente en esta área tenemos ventajas comparativas respectos de otros países de la región. Entonces, ¿Que esperan nuestras autoridades de gobierno? ¿Que esos científicos emigren hacia otras naciones al no ser debidamente aprovechados en nuestro país? Como dato, formar un médico que además obtenga su doctorado en Ciencias Médicas cuesta al país sobre USD 250.000, pero se está dando una señal para que éstos abandonen el país debido a que “…hay que desincentivar investigación médica en Chile”. En la alta complejidad que significa el lograr que la creatividad científica se transforme en aplicaciones hacia procesos o tecnologías y luego en valor económico, se pueden lograr buenos resultados para Chile, pero hay que aprovechar los recursos humanos que ahora existen y cuya formación ha costado al país enormes sumas de dinero.
2) Desafortunadamente, vemos con profunda preocupación que proyectos que en nuestro país son rechazados en su financiamiento, son calificados de sobresalientes por los mas rigurosos y serios sistemas de evaluación en los Estados Unidos, país de mayor desarrollo tecnológico en el mundo.
3) Otra barrera hasta ahora insalvable es que los requisitos administrativos están muy por encima del valor creativo de un proyecto, lo que nos indica que se ha descuidado gravemente la selección sobre la base de criterios de calidad.
4) Por último, es imperativo decir que en la actividad científica, donde la excelencia, la creatividad y calidad de los investigadores debe ser lo primordial a la hora de obtener un proyecto, no es aceptable que existan grupos blindados versus otros discriminados pues ello coarta la libertad para crear, como la tienen también los artistas y escritores.
En Chile la actividad científica siempre ha sido un evento cercano al accionar de las universidades, nacida de la inquietud personal de destacados docentes, y muy vinculada a la enseñanza superior. Ello ha sido crucial para ir consolidando una sólida base de investigación, sin la cual no es posible proyectarse hacia dominios de la aplicación. Un salto significativo hacia la innovación y el desarrollo de nuevas tecnologías requiere de una base científica mucho mayor, que debemos lograr en los próximos años. En los años 90 y el primer decenio del siglo XXI el liderazgo de la ciencia en el mundo ha llegado a tener un impacto social para mejorar la calidad de vida de las personas, como para el desarrollo económico, especialmente en áreas de las biociencias y la medicina. Debemos ser optimistas, pero también coherentes y elegir con sabiduría la vía que nos lleve, no sólo al crecimiento económico, sino a ser un país desarrollado, superando las enormes brechas en la distribución de la riqueza. En tiempos de crisis como los actuales, la creatividad tiene un alto valor y estoy convencido que aprovechando los nuevos desarrollos en ciencia y tecnología podemos encontrar estabilidad abriendo de manera considerable nuevas fuentes de trabajo para los jóvenes chilenos.


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