martes, 28 de abril de 2009

















Saber que se puede.


Prof. Dr. Ricardo B. Maccioni.
Científico.

Cuando pensamos en la encrucijada actual que vive Chile, surge más de manera imperiosa la necesidad de revivir la noción de país. No resulta irreal pensar en un país donde toda la trama de relaciones interpersonales, tanto en el ámbito económico, social, laboral y educacional, se proyecte hacia lograr el éxito de éste, donde el “hacer hacia el conjunto” prime por sobre el “hacer hacia si mismo” o hacia sobrevivir en lo personal sin importar lo que ocurra en el entorno. Esto que parece un ideal inalcanzable en este siglo XXI, no lo es a la luz de la experiencia de otras naciones como Irlanda, Singapur y Nueva Zelanda.

¿Cómo lo hicieron? Una etapa obvia y necesaria es fortalecer las empatías, sobrepasar las divergencias, aún sin perder lo genuino de las ideas de cada individuo, fortalecer los encuentros más que los desencuentros. Todo ello requiere como condición un ambiente de libertad, estimulante y no restrictivo. Sin darnos cuenta, tendemos a hacer sociedades hiper reguladas e hiper burocratizadas. Se extraña un cambio de mentalidad combinado, también con un sentido de urgencia en alcanzar metas concretas, una actitud frente al país, una forma de generosidad que aún sin descartar el ego individual, logre comprender que si como individuo tengo éxito lo tendrá también el país en su total. Cuando gana González o Massú en el tenis todo el país adopta una actitud triunfalista, pero se desvanece ante cualquier otro revés. Necesitamos asumir actitudes triunfalistas en cada emprendimiento, sin temores ni frenos, sin pensar como hasta ahora, que si logro mis metas la sociedad se volcará en mi contra para destruirme por haber tenido éxito.

Las políticas públicas en temas como la ciencia, la innovación tecnológica y los progresos en infraestructura demandan ahora un sentido de urgencia, para no perder el tren del desarrollo y poder abandonar el letargo asfixiante. Pero por otra parte, es necesario también proyectar el país a largo plazo. Si vemos que ocurre en temas como la energía, el medio ambiente o en inversión tecnológica, la realidad nos muestra que toda la gestión pública se limita al corto plazo. No vemos un sólo proyecto país para las próximas 3-4 décadas. Un plan a largo plazo permitiría efectivamente cambiar mentalidades.

En este contexto los esfuerzos por una Educación de calidad cobran su verdadero vigor. Pese a los bajos índices de rendimiento en el pasado, este aparece como un campo donde desde el diagnóstico hasta una sólida voluntad de trabajo une a los sectores de todo el espectro político. Claramente, no lo ha sido ni en la política científica ni en el incentivo al emprendimiento, donde el discurso ha predominado por sobre las acciones concretas. Lo fundamental es generar un plan coherente, que permita articular, por ejemplo políticas energéticas y medioambientales inteligentes e innovadoras, a la vez que fortalecer el área social y la calidad de vida salud de la población. Esta merece acceder a estándares de salud compatibles con el avance tecnológico mundial. No basta aumentar la esperanza de vida si no se logra dentro de un marco de bienestar y de manera compatible con la dignidad del ser humano.

El tema es de carácter político más que económico, y el postulante a la Presidencia de Chile que logre articular un proyecto país con sentido de urgencia, y que a la vez plantee los mecanismos y una plataforma sólida para su desarrollo a más largo plazo será el merecedor de llegar a la Moneda con el más amplio apoyo de los ciudadanos.


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