martes, 28 de abril de 2009


















Educación, ciencia, tecnología: un continuo dinámico.


Prof. Dr. Ricardo B. Maccioni
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Científico.

El mundo moderno impregnado de la sociedad del conocimiento nos exige asumir grandes desafíos, que requieren imaginación y creatividad. La globalización no ha sido nuestra elección sino una realidad en la cual tenemos que vivir. Chile ha tenido avances importantes en su desarrollo económico, sin embargo su sistema educacional sigue siendo débil y su capacidad científico-tecnológica es aún muy incipiente para un país que quiere asumir un liderazgo en América Latina con miras al 2010. Un estudio en 41 países muestra las fortalezas de Chile en cuanto a crecimiento del PIB, exportaciones y gestión empresarial, pero los pasivos residen precisamente en ciencia, educación, patentes, innovación y gasto total en I+D. ¿Cómo articular entonces el avance de la investigación científica con el desarrollo económico?. Un encuentro con J. Paul Jacob, connotado matemático y experto en informática de IBM, nos llevó a la tríada educación-ciencia-tecnología. La educación es el elemento esencial no sólo para poder alcanzar una mayor capacidad científico-tecnológica, sino que para alcanzar calidad de vida, equidad social y mejor distribución de la riqueza. Si a ello agregamos un fortalecimiento de la investigación científica de frontera, y de manera concatenada de la innovación tecnológica podremos resolver el actual punto de inflexión que nos aleja del desarrollo. Pero ello no es todo, se requiere de una mentalidad triunfadora y de un rápido accionar.

Un paso clave es mejorar la enseñanza de temas científicos en el sistema educacional, lo que hará crecer el interés por las ciencias y estimulará la capacidad de asombro en los jóvenes. Ello aparejado con un sistema justo de becas y programas de formación modernos, permitirá generar una significativa población de científicos y tecnólogos de alto nivel. Es esencial el perfeccionamiento y actualización continua del conocimiento de los docentes de enseñanza media que enseñan física, química y biología, y el acceso sin restricciones a talentosos docentes que provienen de diversas áreas del conocimiento y que poseen títulos profesionales y/o postgrados en los temas a enseñar. En las universidades, la educación científica debe ir más allá y proporcionar una cultura humanista, formación ética, habilidades empresariales, idiomáticas, además de los conocimientos científicos más avanzados. En suma una formación integral más que una hiper-especializada. Las generaciones futuras deben estar preparadas para enfrentar el escenario mundial globalizado y para ello es preciso derribar las barreras políticas y económicas que frenan el libre acceso al saber. La comunidad científica tiene una gran responsabilidad hacia la construcción de una sociedad del saber, que permita que los beneficios de los mercados lleguen a un mayor número de ciudadanos.

Hay que aumentar los recursos para hacer ciencia de primer mundo, pero ello no es la solución. Es indispensable generar una población de científicos activos, agilizando los sistemas para asignar los recursos de manera transparente. Hay dos problemas serios, entre otros menores, que frenan el hacer científico en Chile: las “burocracias” y los gestores que toman las decisiones políticas, que a crean una malla protectora que hace que la “driving force” sea ésta, mas que el propio hacer científico y la creatividad; y la falta de estimulo institucional a los científicos, lo que hace que los logros en ciencia que de por si son escasos se deban fundamentalmente a la creatividad individual y la capacidad de “resilencia” de algunos, mas que a las instituciones. Debe incentivarse de una vez, y sin tapujos, la creación de centros de excelencia estables y autónomos y no simples y fugaces proyectos, especialmente si son capaces de involucrar a la empresa en sus planes. La función “investigación” en las universidades debería mejorar sustancialmente en calidad acorde con los liderazgos científicos en el resto del mundo, porque ello es esencial para el sistema educacional de manera integral.

La verdad es que no ha habido una voluntad política para impulsar la creatividad y la innovación en ciencia, que ponga una brújula para un acelerado desarrollo socio-económico, salvo la que impulsó de manera novedosa el sistema en los 80´s a través de Fondecyt. Es necesario promover “ciencia de primer mundo” en áreas donde podamos ser competitivos internacionalmente. Se está logrando en astronomía, y la investigación biomédica va con paso seguro. En el mundo, la biotecnología y las ciencias biológicas modernas, están teniendo un desarrollo vertiginoso tras el estallido de la genómica, de proyecciones insospechadas, pero es crucial crear una capacidad para generar logros que impacten en el ámbito económico con transferencias tecnológicas en las áreas de la biomedicina, biofarmacia, y dominios de la agroindustria. Se suma a ello nuestra notable capacidad en informática, y podríamos alcanzar cierto liderazgo local en nanotecnologías. Si centramos nuestra atención en las ciencias biomédicas nos encontramos con un tema de relevancia que no ha sido considerado en los escasos programas de desarrollo científico chilenos: la medicina genómica. Está es la aplicación a las ciencias de la salud de los conocimientos originados a través del proyecto Genoma Humano y sus proyecciones biotecnológicas. En efecto, los países desarrollados rápidamente implementan nuevas técnicas de medicina genómica, en circunstancia que las naciones en desarrollo quedan rezagadas.

Si Chile quiere dar un salto que implique un aporte al desarrollo global del país, una parte importante de la ciencia debería hacerse en instituciones especialmente creadas y financiadas con capitales estatales y privados, con implementación de última generación, pero con una institucionalidad sólida. Los Parques Científico-Tecnológicos son un ejemplo, y han sido el motor principal en países similares al nuestro. Con infraestructura de punta, deberían contar con talentosos científicos con un adecuado recambio y contratos renovables sobre la base de logros evaluables cada cinco años. Ello implica una capacidad de absorber recursos humanos jóvenes altamente calificados con un nivel mínimo de doctorado, preferentemente post-doctorados y un nivel de excelencia basado en publicaciones de impacto y patentes. Así, lograremos el objetivo de retener a los jóvenes científicos y podremos traerlos de vuelta una vez que hayan finalizado sus post-doctorados en centros líderes en el mundo. El costo de formar un Doctor en ciencias es superior a USD 160 mil, y no podemos darnos el lujo de entregar ese recurso altamente capacitado, hacia las potencias de alto desarrollo en el mundo.

Uno de los pasos más determinantes para el futuro de la ciencia en Chile va por el lado de la relación entre científicos y empresarios. Hay un consenso entre los científicos chilenos sobre la importancia de vincular el quehacer científico al desarrollo nacional. Este aspecto es novedoso y contrasta con la posición de muchos científicos que fueron nuestros maestros, que rechazaban esta relación y se inclinaban por la llamada “ciencia pura”. La capacidad de los científicos de generar innovación para el desarrollo industrial ha sido precaria, lo que ha llevado a que los empresarios en general no fortalezcan esta interacción. Se hace necesario utilizar tecnologías desarrolladas en el país para un incremento en la productividad. La comunidad científica ha mejorado sus índices de impacto y algunos publican en buenas revistas, pero poco de este avance científico se proyecta en aplicaciones de impacto productivo. Ello debe revertirse con una acertada gestión que permita: (i) elevar la calidad de la ciencia en el país, (ii) activar de manera inteligente mecanismos de patentamiento, (iii) transferencia tecnológica, y (iv) capital de riesgo para ciencia y tecnología. Es crucial una política efectiva de incentivo tributario a las empresas como se hace en los países de mayor desarrollo. A pesar de haber una ley ello actualmente no opera en nuestro país.

Debemos superar en lo inmediato, la barrera de la energía necesaria para dar el salto para incorporase a la sociedad del conocimiento y de desarrollo tecnológico. Durante décadas los chilenos nos hemos llenado de orgullo por nuestra creatividad literaria y artística y por nuestro mundo académico. Pero aún no ha florecido el talento tecnológico, aunque está comenzando a asomarse. Para que este florecer no se extinga es imprescindible generar mentalidades triunfadoras, y desterrar la actitud que frena el estallido de talentos realizadores.

Estimular de manera positiva el aporte de los talentos científicos existentes, entregándoles el medio apropiado para la creatividad. Hasta ahora no ha habido una política en este sentido, ni la capacidad para estimular a los talentos a quedarse en el país. Mas bien la maraña burocrática termina asfixiando el aporte creativo, y aunque aumente la inversión se ven solo frutos de manera aislada.

El establecimiento de un organismo con rango ministerial es esencial para entregar al quehacer científico tecnológico la importancia que requiere actualmente.

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